LPQ son las iniciales de La Puerta de la Quimio, pero también las de La Puta Quimio. Así la llamaba un querido amigo que la vivió hace años. Era un científico eminente, vital y lúcido. Le admiraba y le sigo admirando por estas y otras muchas virtudes. Y le echo de menos constantemente, como les sucederá a tantos.

Nada en él era vano, tampoco su sarcasmo a la hora de nombrar a la quimio. Lo intuí así siempre. Pero después de escuchar los videos que nos dejó Marc me resulta más nítido.

Mi amigo nunca hablaba de la quimio a secas, siempre de “la puta quimio”, cuanto menos….Y haciéndolo era él, se reafirmaba en ser él, era su sello, su personalidad, su sentido del humor, su punto cascarrabias, su auto indulgencia verbal, su vocabulario de estar en casa, con los suyos. Tuneó a su gusto la rúbrica de su antipática terapia. En cierta medida la dominó haciéndola suya a través de su nombre.

¿Por qué tiene para mi sentido todo esto aparentemente anecdótico? Por algo que revelaba Marc con especial clarividencia: el terrible aislamiento, la incomunicación, en la que te postra la quimio. El lo denominaba indigencia. Cuando traspasas su puerta tu cuerpo empieza a revolverse de tal manera bajo los efectos de la terapia que te percibes de golpe enajenado, no te reconoces interiormente , ajeno a todo, como transportado a un lugar remoto y desconocido. Un estado de indigencia se apodera entonces de ti, y te hace muy difícil comunicarte con los tuyos, las relaciones con ellos se deterioran, más aún con quien más cerca está de ti, quien más te cuida, quien más te quiere… Es como si dejaras de ser tú, como si se desdibujara tu identidad, tu personalidad.

Ponerle un mote, tu mote a la quimio y no dejar de usarlo es recordar a todos, recordarte a ti, que ahí estás tú, el de siempre, a pesar de todo, a pesar de las transitorias e involuntarias enajenaciones…plantando cara a lo que la vida te ponga por delante, poniéndole nombre a las peores tormentas, incluida La Puta Quimio.

Antonio Lucio