Marc, su vida y sus palabras, a raíz del cáncer que le diagnosticaron, han inspirado la creación de este blog. Este es un espacio para compartir testimonios, lecturas, reflexiones y comentarios entorno a la vida y la muerte, la esperanza, la enfermedad, los duelos, las oportunidades… que puedan servir de consuelo, aliento y estímulo.
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Nadie está preparado para esto

enero 28th, 2014 | Posted by adminblog in Uncategorized

Unas molestias que no das importancia al principio, acudes al médico, empiezan las pruebas, y sin esperarlo te descubren, te descubres con una enfermedad incurable, mortal. No hay más tratamiento que la quimio. Abres la puerta que te lleva a una experiencia de dolores e incertidumbres. Nadie está preparado para esto. Superado totalmente, como un novato de la vida, te ves tentado a preguntarte por qué , cuando.

El primer dolor es el de la enfermedad misma. Y no se quiere caer en la tentación de la resignación, ni de la espiritualización. El dolor personal está ahí. La quimio te envenena físicamente, espiritualmente. Te deja sin fuerzas, sin capacidad para hablar, para salir. Ese sufrimiento de la relación es el peor, es la experiencia suprema de la indigencia. Y sin embargo está Dios ahí, de una manera muy diferente a la que habías conocido hasta ahora.

Por qué no rebelarse contra esto, contra Dios, contra el cáncer. ¿por qué yo? Pero no hay culpable, es la propia condición de nuestra naturaleza frágil ¿por qué no yo?

Un segundo dolor que se aparece tras la puerta de la quimio es el dolor del otro, de los que te cuidan y te atienden. Su dolor no siempre ayuda. Te preguntan como estás, con lástima. Es comprensible pero no es buena la lastima, no hace ningún bien. Cuando se pasa de ella a la compasión, al acto de acompañar, se empieza a hacer un bien. Pero quien acompaña y cuida a veces recibe un rechazo del enfermo. La bilis, la debilidad es tanta que te puede llevar a ese punto de rechazo de quien te cuida, que es una de las partes más duras de la enfermedad.

Has cruzado la puerta de la quimio, no tienes ojos para los que sufren, eres tú el que sufre, el que lo vive…Esa puerta habla, poco, pero lo que habla tiene un profundo sentido. Integras una nueva comunidad tras esa puerta, empiezas a conocer otras vidas que se te quedarán grabadas, la adolescente que no tiene la suerte tuya y no se recupera tras cada sesión, la mujer mayor que pese a su gravedad tiene ánimo y arte para enseñar a reírse a los demás de si mismos.

Así la sala de quimio se convierte en una capilla del santísimo.

Con su silencio, con la discreción de las enfermeras, con sus sonrisas, con su no afectación, con su normalidad.

Otro dolor es el dolor de la recaída. Otro dolor desconocido, que se descubre cuando se sufre. La bonaza recuperada tiene un tiempo limitado. Y cuesta sustraerse a la rabia de verse otra vez en el dolor inmediato.

Ni rabia, ni crearte un paisaje de ilusión que no es verdad. Mantener este equilibrio frente a la rabia y frena a las ilusiones, de forma positiva, evitando la amargura del no saber.

Uno evoluciona, pasa por fases. De entrada la fase abrasadora de la quimio, que te satura, que te aleja del mundo por un tiempo. Bajo la sensación de urgencia se despierta un instinto de escribir las memorias espirituales.

Luego llega la segunda etapa. Se vuelve al mundo después de la quimio, a la normalidad, pero sin las responsabilidades de antes, y se vive en el estado liviano del prejubilado

Para terminar, la enfermedad incurable da una consciencia de la esencia de la fe ; es así que se aparece una escena (vista en la reciente película (“De Dioses y Hombres”) la imagen del cristiano acogido dulcemente con sus desasosiegos en el regazo de paz del cristo crucificado.

Tonet

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